En la batalla de dos aguas confinadas te encontró.
Espejismo de rosas heridas y aromas abatidos
que en la estación de caducos recuerdos aguardaban al tren tardío.
Palabras lisonjeras que acunaron tus oidos,
Ilustrado en razón; insólito de un estado rural.
Seductor de tus sentidos que fueron aprehendidos.
Caballero de recio seblante; conquistador de gran gallardía.
Sultán de una canción; buen conocedor de la oración.
Guía del anhelado amor con extremado corazón.
Y empezaste a quererle sin medida,
fiel esposo de mirada expectante,
en la torpeza de la inocencia confundida.
De felicidad se colmaron vuestros espíritus,
juventud de vida de eternidad longeva,
necesidad de hoy y mañana de en fin.
sábado, 5 de enero de 2008
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